lunes, 9 de febrero de 2009

LA CURACIÓN POR LA FE

El egresado de la Escuela de Sociología y Antropología, Lic. Rosendo Churión Montoya nos ofrece un trabajo exclusivo de un estudio realizado sobre las fantásticas curaciones a través del lenguaje en la medicina primitiva.

Aunque en nuestros días se considera al brujo o shamán (hombre-medicina) como un charlatán, existen investigaciones que demuestran que en la medicina primitiva se curaba a los enfermos, pero la magia (curandera) que existía hace más de 10.000 años antes que el pensamiento científico participara en la medicina alopática, sigue siendo parte de nuestra civilizaci6n.

Un testimonio de la existencia actual de esta magia, que ofrece curar todos los males, son los avisos que aparecen a diario en los peri6dicos de las grandes ciudades.

Hoy día, también en las grandes urbes industriales, existen sociedades secretas brujeriles, pero es la creencia general de que brujería y charlatanería, son una misma cosa, veamos. Este trabajo pretende demostrar que es necesaria tanto la fe del enfermo como la del que ejerce la cura para que los resultados sean positivos, ya se trate de un médico moderno o un brujo primitivo.

LA ENFERMEDAD MENTAL

Si estamos conscientes de que en el proceso curativo, todo lo que hace el brujo es puro truco, lo que se trata de explicar es por qué se efectúa la cura y cómo.

Diferentes casos analizados nos permitirán confirmar nuestro objetivo. De los diferentes procedimientos que existieron en la medicina primitiva, vamos a referirnos a uno ampliamente conocido como es de la introducción y extracción del objeto-enfermedad. Esta teoría considera que se debe a la presencia en el cuerpo del paciente, a un cuerpo extraño o una esencia de ese cuerpo.

En muchos pueblos de América, se cree que el objeto enfermedad es introducido por algún brujo (magia negra}. Como es obvio, la operación de extracción del objeto-enfermedad por e1 shamán es un truco, pero el hombre-medicina efectúa una cura, y además cobra sus honorarios.

Veamos primero, ahora, un caso en el cual no era posible la cura (ausencia de la fe y la existencia de dos lenguas diferentes). El antropólogo alemán Adolf Bastián (1826-1905), durante su trabajo en Guyana, sufrió un día un fuerte dolor de cabeza y le pidió al brujo de la localidad que lo tratara. Este lo invitó a ir a su choza después del anochecer. El brujo comenzó conjurando a los Kenaimas (demonios o espíritus). No pasó mucho tiempo sin que estos manifestaran su presencia, mediante toda clase de ruidos: primero bajos y suaves, después más altos y en ocasiones ensordecedores.

Cada uno de ellos hablaba con su propia voz, que variaba de acuerdo con la supuesta personalidad del Kenaima.

Se suponía que algunos de ellos volaban por la habitación; el paciente podía oír el crujido de sus alas y sentir una corriente de aire en la cara. El sintió incluso el tacto de uno de ellos y fue lo bastante ágil para arrancar algunos fragmentos, (que posteriormente comprobó que eran hojas de árboles de ramas que debía haber estado agitando alguien en el aire).

El enfermo oyó como los demonios lamían las hojas de tabaco que estaban en el suelo. La ceremonia causó una gran impresión al paciente, que cayó gradualmente en una especie sueño hipnótico, del que se despertaba ligeramente cuando cedía el ruido, volviendo a caer en una mayor insensibilidad, tan pronto como éste aumentaba.

El ritual duró 6 horas aproximadamente, y concluyó cuando el brujo puso su mano sobre la cara del enfermo. Cuando el antropólogo se despertó, sin embargo, el dolor de cabeza no había desaparecido. El brujo insistió en el pago de sus honorarios, asegurando que lo había curado. Como prueba, le mostró una oruga que alegaba era "la enfermedad" que le había extraído cuando le puso la mano sobre la frente. El enfermo consideró que el brujo desplegó una intensa actividad, y una habilidad incomparable en ventriloquia, pero que éste no tenía capacidad para curar.

En este caso podemos señalar que se hacía necesario una "Fe de nativo" para curarse; lo que no podía suceder porque el enfermo no pertenecía al entorno social, psicológico y religioso al que pertenecía el brujo. Al no participar el antropólogo de las creencias del brujo, difícilmente el rito podía tener efectos en el inconsciente del enfermo, la eficacia simbólica estaba bloqueada.

CASOS DE CURACIONES.

Otros casos, de comprobada curación, son los estudiados por el Dr. Federico Sal y Rosas; éste analizó 176 casos (desde 1935 hasta 1957) de los indios Quechuas del Perú.

Estos indios creen que el alma (o quizás parte de ella), puede de abandonar el cuerpo, bien de forma espontánea o forzada. La curación consiste en hacer regresar el alma al enfermo. La enfermedad que ellos llaman "Susto" puede ser diagnosticada cuando el individuo pierde peso y energía y se irrita con facilidad, tiene alteraciones de sueño y pesadilla, y sobretodo cuando cae en estado de depresión física y mental denominada "Michko". La enfermedad es detectada por una curandera. Esta frota el cuerpo del paciente desde la cabeza hasta los pies con un conejillo de indias vivo, de tal manera que el animal muere al término de la operación.

Entonces, lo despelleja y lee su oráculo en la sangre del animal que ha recogido en un cacharro con agua, y en las lesiones que descubre en los propios órganos del animal. La ceremonia de la curación comienza con una operación llamada "Shokma"; la curandera recita ciertas invocaciones mientras frota al paciente de la cabeza a los pies, con una mezcla de las flores, hojas y la harina de diversos tipos de granos.

Esta muestra se recoge luego y se entrega a un curioso que realizará las partes esenciales del rito. El curioso llega a la casa en media noche, envuelve la mezcla en una pieza de los vestidos de éste y le prepara para recibir al espíritu ausente.

Luego abandona al paciente, que permanece sólo en la habitación oscurecida, y con la puerta abierta se aleja usando la mezcla para trazar una línea blanca en la tierra, que permita encontrar al alma el camino de regreso. Luego se dirige hacia el sitio donde el paciente experimentó el "Susto inicial", o bien hacia un lugar temido, como puede ser una vieja tumba o las ruinas de una fortaleza inca.

Aquí hace con la mezcla una cruz en el suelo, se coloca en su centro y ofrece los restos de la mezcla como sacrificio propiciatorio a la tierra.

Después llama solemnemente al alma perdida, llamada que se repite cinco veces. A la quinta invocación, debe percibir un ruido especial que indica la presencia del alma perdida antes de volver a la casa del paciente siguiendo cuidadosamente la línea blanca. El enfermo debe estar dormido; el curioso levanta con cuidado la manta que le cubre los pies, siendo éste el lugar por donde se supone que el alma vuelve a penetrar en el cuerpo, acompañada de un crujido especial audible para el curioso. En este momento, el paciente sueña que su alma regresa al cuerpo en forma de animal doméstico. El curioso abandona entonces la casa, bien por la puerta o bien de espaldas. La familia del paciente no puede regresar hasta la mañana siguiente, y

En la mayoría de los casos, cuando vuelve lo encuentra curado.

Si no ocurre así, se achaca e1 fallo a que el paciente no estaba dormido cuando debiera haberlo a estado, o a algún otro defecto de procedimiento, y se repite la operación en otro momento.

LA CURACIÓN POR LA FE

Antropología ante la magia.

Vista lo que es una sesión de Jani, el lector podrá considerar que este proceso de cura es una farsa; pero a esta opinión se opone la frecuencia de éxitos de este procedimiento, y con la opinión del doctor Sal y Rosas, que así escribe: “He observado personalmente como muchos de caso típico de susto, e incluso atípico mejoraban súbitamente e incluso se recuperaban después de una o dos sesiones de Jani. Tal éxito obtenido por un modesto curioso rural o por una campesina con su psicoterapia primitiva y salvaje, contrasta con el fracaso de los médicos graduados –entre este autor - en la curación del susto”

El incrédulo lector podría pensar que los casos de la enfermedad llamada "Susto" incluía sólo trastornos emocionales, pero no es así, porque de los 176 pacientes que estudió el Dr. Federico Sal y Rosas, sólo 64 pertenecían al grupo de los trastornados emocionalmente , y el resto (112) correspondían a enfermedades físicas como la tuberculosis, malaria, colitis posdisentérica malnutrición, anemia, etc. Todos estos complicados con trastornos emocionales.

Ahora veamos un caso que resulta bastante interesante. Se trata de un hombre indígena que no creía en los brujos pero llega a convertirse en uno de ellos.

Este relato (muy conocido por los antropólogos) trata de un fragmento de autobiografía indígena, recogido en lengua Kwakiutl (de la región de Vancouver, Canadá) por Franz Boas. Este indígena llamado Quesalid, no creía en los brujos o shamanes, por su preocupación por descubrirlos y desenmascararlos, comenzó a frecuentarlos, hasta que uno de ellos se ofreció a introducirlo en el grupo, donde sería iniciado.

Quesalid comienza su entrenamiento que consiste en una extraña mezcla de pantomima, prestidigitación y conocimientos empíricos, como es el arte de fingir desmayos, la simulación de crisis nerviosas, el aprendizaje de cantos mágicos, la técnica de producir el vómito, nociones bastantes precisas de auscultación y de obstetricia, el empleo de “Soñadores”, es decir, de espías encargados de escuchar las conversaciones privadas y de hacer llegar secretamente al Shamán elementos de información sobre el origen y los síntomas de los males sufridos por tal o cual persona, el sitio de la dolencia para que pareciera como que el shamán lo adivinaba; también le permitía saber donde tenía que succionar con la boca para extraer el mal.

Lo más importante de todo y muy usado en toda la costa noroeste del pacífico: el empleo de un pequeño mechón o plumón que el practicante disimula en un lado de la boca para después expulsarlo fuera de ella, todo ensangrentado en el momento oportuno – después de haberse mordido la lengua o haber hecho manar la sangre de las encías- y presentarlo solemnemente al enfermo y a los asistentes como el cuerpo patológico que ha succionado con la boca para extraerlo del cuerpo del enfermo.

Habiendo confirmado sus peores sospechas, Quesalid quiso continuar la averiguación, pero como su estancia entre los shamanes comenzaba a ser conocida, sucedió que un día un hombre joven, nieto de un jefe, soñó que Quesalid lo curaba (el nuevo candidato a shamán). Este primer tratamiento fue un éxito brillante.

Quesalid dijo en sus narraciones que el paciente se había curado por su plena fe en lo que había soñado. Pero lo que debía dejarlo indeciso y pensativo fue una aventura más compleja, que lo puso en presencia de varias modalidades de lo falso-sobrenatural y lo llevó entonces a pensar que unas eran menos falsas que otras: naturalmente, aquellas en las cuales su interés personal estaba comprometido, al mismo tiempo que el sistema que comenzaba a construirse subrepticiamente en su espíritu.

A VUELTA DE PÁGINA

Hallándose de visita a una tribu cercana (los Koshimo), Quesalid es invitado como espectador a una ceremonia terapéutica realizada para la hija de un jefe.

Con gran sorpresa comprueba que en lugar de extraer la enfermedad en forma de plumón o gusano sanguinolento, muestran un poco de saliva pretendiendo que esa es la "enfermedad". En este momento; la historia toma un giro inesperado: los shamanes Koshimo no consiguen curar a la hija del jefe. Quesalid solicita y obtiene autorizaci6n para probar su método, extrae y muestra la pretendida "Enfermedad" (el gusano sanguinolento), y la paciente se declara curada.

Los shamanes Koshimo quedan avergonzados, y el propio Quesalid sorprendido de ver que aunque los dos métodos son engaño, uno cura mejor que el otro.

Luego, le envían un emisario, para invitarlo a participar con ellos en una conferencia secreta.

Quesalid acude, y sus colegas extranjeros exponen su sistema (sus secretos). "La enfermedad es un hombre; cuando se captura su alma, la enfermedad muere y el paciente se cura; por tanto no tienen nada que enseñar a la gente".

Luego urgen a Quesalid para que explique, a su vez, como llega la enfermedad a sus manos. Pero éste rehúsa hablar, alegando los reglamentos porque es novicio.

Los Koshimo no consiguen hacerlo hablar a pesar de que le envían sus hijas supuestamente vírgenes, con la esperanza de seducirle y arrancarle el secreto. De regreso a su poblado de Fort Rupert, Quesalid es retado por un viejo shamán muy reputado, a una competici6n que consiste en curar a varios pacientes.

Quesalid Observa que fingiendo incorpora la enfermedad extraída a su tocado o a su matraca, que tiene la forma de un pájaro tallado. Entonces, en virtud de la fuerza de la enfermedad, estos objetos, durante un rato, flotan en el aire (truco).

Entre los pacientes está una mujer que declara que el Shamán ha tratado siempre de curarla sin éxito. Quesalid ensaya el método del gusano sanguinolento y la mujer grita que está curada. Así mismo se suceden otros triunfos, y el viejo shamán que está enfermo envía a su hija para que solicite una entrevista con Quesalid.

"Te ruego que trates de salvar mi vida -le dice- para que no muera de vergüenza porque soy el hazmerreír de nuestra gente, que recuerda lo que hiciste la última noche".

Insiste en que le explique su método, pero Quesalid solicita una demostración de los trucos del viejo, a lo que éste accede. Pero Quesalid se niega a hablar a su vez, a pesar de las súplicas del viejo y de su hija. A la mañana siguiente, el viejo shamán y su hija han desaparecido, y se dice que él se volvió loco poco después, tres años más tarde murió. Quesalid continuó con su carrera mientras aumentaban sus éxitos terapéuticos.

Al final del relato le queda la duda si existen verdaderos shamanes. Este relato de Quesalid nos permite demostrar que el viejo shamán derrotado, a pesar de su método tan simple, efectuaba algunas curaciones y que además estaba consciente de que las enfermedades tienen, una causa y que pueden ser curadas. Esa era su creencia, pero cuando ocurre el triunfo de Quesalid, su sistema de interpretación se derrumba y al no conseguir la respuesta a la información de parte de Quesalid es rechazado por la comunidad y termina en la locura. No hay duda pues, que los hechiceros creen en su misión, y que esta creencia está fundada en la experiencia de estados específicos.

Las privaciones a las que se someten bastarían a menudo para provocar dichos estados, aunque esto no se acepte como prueba de una vocación seria. Una costumbre muy generalizada que ocurre con el que ha sido curado, se encuentra bien colocado para ser shamán (lo que es una condición de tener plena fe en el ritual)

LA FE DE CURAR

También podemos agregar que en el caso de Quesalid no es la fe del shamán la que actúa, sino la fe del colectivo unida a la del paciente. Quesalid no se convirtió gran hechicero porque curaba a los enfermos (él tenía duda), sino que curaba a sus enfermos porque lo habían convertido en un gran hechicero, lo que le permitía tener fe en sí mismo porque sabía que seguiría curando.

La fe de curar como la de curarse, entrañan una disposición de la mente y el cuerpo para que pueda realizarse la cura. Esta disposición es la que permite que actúe la eficacia simbólica en el inconsciente del enfermo, y luego la mente puede lograr sus efectos en el para que restablezca la salud.

En la medicina primitiva hay un hecho evidente, y es que en el proceso de la cura-paciente y hombre-medicina participan de la misma religión, son de la misma tribu y se entienden en un mismo idioma. Es por eso que el lenguaje tiene efectos en el paciente donde es imprescindible la comunicación entre los que participan en el rito; lo que se hace imposible en varios participantes que hablen lenguas distintas.

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